miércoles, 25 de abril de 2018

Extraído del blog Donde navegan los violines, de la biblioteca del IES Sierra de Santa Bárbara

JUANMA HOYAS


 

El pasado jueves 19 de abril fue un día realmente especial. Estuvo con nosotros Juan María Hoyas, profesor y compañero de este Centro. Durante dos horas compartió lecturas y vivencias con los alumnos de Bachillerato.

El acto, organizado por las profesoras de Lengua Amalia Sánchez, Conchi Prieto y Soledad Falero, seguía el formato de una entrevista, durante la cual el entrevistado respondió a cuantas cuestiones quisieron formularle los alumnos.


La actividad estuvo dividida en dos partes. En la primera, el autor comentó y leyó textos de su último libro, Minifundios. Se trata de su primer y único poemario hasta la fecha en el que recoge versos escritos a lo largo de treinta años. Juanma Hoyas explicó las circunstancias que estuvieron en la génesis de los textos leídos.

La segunda parte se centró en la actividad viajera en su doble vertiente de escritor y de fotógrafo. Gran parte de los periplos los ha realizado en autocaravana, la cual considera una forma óptima de moverse porque deja siempre un resquicio a la aventura.


Juanma Hoyas ha publicado hasta el momento nueve obras, entre las que se cuentan, además del citado libro de poemas, dos guías de viaje, cuatro volúmenes de relatos de expediciones, una recopilación de cuentos y una autobiografía de su infancia. Es autor asimismo de varios fotomontajes digitales y dos exposiciones fotográficas.

Toda esta información se puede ampliar en su blog Con C de Confín.

y en la página de la Asociación deEscritores Extremeños.


Los árboles tienen una vida secreta que sólo les es dado conocer a los que se trepan a ellos. 

(Reinaldo Arenas) 


sábado, 21 de abril de 2018

viernes, 20 de abril de 2018

NO LO LLAMÉIS ACOSO


Juan María Hoyas Santos
Begoña Sánchez Olaya


CAPÍTULO I:
CASTIGAR A LAS VÍCTIMAS

EN UN COLEGIO de cuyo nombre no quiero acordarme no existen protocolos para acoger nuevos estudiantes, ni alumnos tutores, ni actividades de integración, ni juegos que permitan adaptarse al nuevo entorno, relacionarse o mejorar la autoestima. En este colegio se arroja a los niños al patio para que se busquen la vida, como aquellos padres que lanzaban a sus hijos al centro de la piscina para que aprendieran a nadar. En este colegio, cuando descubres que tu hijo sale llorando de clase día sí y día también, tiene pesadillas por la noche y se orina en la cama, miran para otro lado diciendo que esos son "síntomas de adaptación". Y cuando ya no puedes más y activas el protocolo antiacoso te tachan de histérico y sobreprotector, responden con la actitud escandalizada de que "en este colegio jamás ha ocurrido eso" y que por lo mismo también anotarán las cosas que tu hijo haga (!).

En este colegio, que cambia de actitud (pero solo de actitud) cuando te quejas por escrito a la Inspección, las medidas que finalmente se toman son ineficaces, irrisorias, y abren la veda para otros potenciales acosadores. Según dicen, todo el problema se reduce a la falta de habilidades sociales de tu hijo y a su escasa resistencia a la fustración (sic). Mientras tanto la madre del macarra, envalentonada, hace proselitismo entre los demás padres, como si de una versión de "Sálvame de Luxe" se tratara: primero te hacen el vacío y a continuación aíslan a tu hijo, que ya no consigue juntarse con nadie de clase ni vuelve a ser invitado a un cumpleaños jamás de los jamases. Para extender y amplificar este segundo castigo, someten a todo aquel que llega a un cursillo sistemático de insidia y murmuración, de manera que gente con la que no has cruzado una sola palabra te niega el saludo y te trata con desprecio, como si lo supieran todo de ti. Luego están aquellos que no tienen nada en contra,  pero que no se acercan ni se significan para no involucrarse, para que no les salpique, porque no es su problema. Como dijeron Einstein, o Gandhi, o Luther King, el mundo es un lugar peligroso no por causa de los que hacen el mal, sino por aquellos que no hacen nada por evitarlo.

A partir de aquí ya es cuestión de tiempo, lo que tu entereza y la de tu pareja os den para aguantar: un curso, dos cursos más. Al final (porque siempre llega el final) cambias a tu hijo de centro, con lo cual se castiga a la víctima por tercera vez, mientras el o los  acosadores se van de rositas. Así va este jodido planeta del revés.

Según la psicóloga que atiende a mi hijo, este tipo de situaciones se está dando cada vez con más frecuencia. Por eso hablo de uno concreto, pero en el fondo sé que son muchos colegios, esas instituciones donde pretendemos que las generaciones que ahora llegan se eduquen en conocimientos y valores y que acaban transformándose en reductos donde triunfa el listillo, el agresivo, el cabrón, el que campa a sus anchas porque las personas que deben velar por la integridad física y moral de nuestros hijos no hacen nada, o miran para otro lado, o ven sin ver. Y cuando llegan a Secundaria nos rasgamos las vestiduras, porque entonces es cuando empiezan de veras los problemas y, oh desgracia, nadie los vio venir.

Porque, como todo el mundo sabe, en Infantil y Primaria el acoso no existe, son solo cosas de niños.

En este mundo maldito
va la razón esquinada:
la gente buena anda sola,
y los canallas en manada.



CAPÍTULO II:
LAS MADRES DEL WHATSSAP

Aún conservo en la memoria el día en que me disteis de alta en vuestro estupendo y colegial grupo. Es fácil de recordar, porque celebrábamos el cumpleaños de mi hijo y allí os presentasteis, unas invitadas y otras no, la mayoría por cierto sin avisar. Veníais un pelín prepotentes, como a ver quiénes eran esos que habían llegado nuevos al cole. Tomamos nota de la actitud pero hicimos la vista gorda, ya sabéis de todo lo que uno es capaz por un hijo. Luego, cuando llegó enero y no pudimos más y nos quejamos al Director por lo que alguno de vuestros hijos estaba haciendo al nuestro, nos disteis la espalda. No de modo metafórico, que también, sino físicamente, dejándonos admirar vuestras generosas derrières. Desde ese momento catorce meses han pasado, y vuestro ninguneo y desprecio no han cedido ni un ápice, antes al contrario: os habéis esforzado por extender la difamación a personas que en aquel momento no estaban en el Centro y que por lo visto deben de ser de vuestra misma calaña, pues se han sumado gustosas a la cacería.

Nuestra piel de adultos es correosa y los gazmoños, aunque sean muchos, nos la refanfinflan.  Sí nos importa, en cambio, por ese niño al que habéis excluido y aislado como si tuviera la peste. Personalmente y a través de vuestros hijos, en quienes habéis potenciado y legitimado actitudes de odio y desprecio que, no nos cabe duda, los elevarán al estrellato de buenas personas y aun mejores ciudadanos.

Debería deciros que no os deseo a ninguna lo que nos habéis hecho a nosotros, pero no es cierto: ojalá os veáis, como nosotros, inmersas en una situación de acoso y descubráis que casi todo el mundo os da de lado. Que la infeliz seguridad que os proporciona la manada desaparece del todo y quedáis a merced de las hienas. No pido más. Al fin y al cabo, cada cual da lo que tiene, y de lo que se siembra se recoge. Tampoco hay que ser profeta para saber que esas bestezuelas que estáis criando os reventarán en la cara más pronto que tarde.

Por lo que a nosotros respecta, será un consuelo y un alivio no tener que ver de nuevo vuestros tristes caretos al salir de clase.



CAPÍTULO III:
CONVIVIR CON CANALLAS


A/A SR DIRECTOR DEL CEIP:


D.ª..., y D..., ambos con domicilio a efectos de notificación en, padres del alumno... , que se encuentra matriculado en 1º curso de Primaria en este centro, desean hacer constar los siguientes hechos:

1º- Que desde el mes de octubre vienen observando que su hijo regresa a casa con menos material escolar del que trae al Centro, pues le han ido desapareciendo diversos objetos, como afilalápices y gomas de borrar entre otros.

2º- Que su hijo jamás ha regresado a casa con material escolar que no le perteneciera.

3º- Que el niño se ha quejado en repetidas ocasiones de que en su clase hay compañeros que se quedan con sus cosas, y este extremo se ha puesto en conocimiento de su Tutor.

4º- Que, asimismo, se queja de que estos compañeros le agreden frecuentemente, tanto de forma verbal como física, con insultos, empujones, ridiculización imitando su forma de hablar o repitiendo las cosas que dice, a menudo en clase, a veces en el patio del recreo, incluso en el pabellón deportivo y, al menos, una vez en el baño, donde fue acorralado por cuatro de ellos y auxiliado por una de sus compañeras.

5º- Que estos hechos se han puesto en conocimiento del Director de este centro de forma oral en una ocasión anterior, aproximadamente en el mes de noviembre.

6º- Que el pasado viernes el alumno regresó a casa con una mancha de rotulador verde en la frente, y al ser preguntado dijo que un compañero le había lanzado el rotulador abierto a la cara, entre trozos de goma y algún proyectil indeterminado (fragmentos de papel, quizá).

7º- Que se queja en concreto de sus compañeros de clase xxxx, xxxx y xxxxxx.

8º- Que tras el inicio de las clases, después de las vacaciones de Navidad, el niño sufre episodios de ansiedad y pesadillas, y que se despierta a medianoche entre lloros y gritos.

9º- Que, como profesionales de la enseñanza familiarizados con casos semejantes y con el protocolo de actuación del Plan Regional de Convivencia en Extremadura, ambos progenitores creen que todos estos incidentes constituyen un cuadro típico de acoso escolar en estadio suficientemente avanzado como para hacer necesaria la toma de medidas urgentes.

Para que estos hechos obren en conocimiento del Director de este centro, de tal manera que pueda tomar las medidas oportunas lo antes posible, se presenta este escrito para su registro de entrada en la Secretaría del mismo.

En    , a 19 de enero de 2017.



CAPÍTULO IV:
NORMALIZAR LA VIOLENCIA


A/A: SR. INSPECTOR:

A lo largo del primer trimestre del año académico 2016-2017 se han sucedido incidentes que al parecer de los padres del alumno constituyen un caso claro de acoso escolar, y que han llevado a la presentación de un escrito explicando estos hechos a la dirección del Centro, y que con anterioridad le hemos remitido a usted.

En ese escrito no se incluyen, por omisión involuntaria, los siguientes hechos:

Observación directa en el parque por parte del padre y de la madre, en distintas e independientes ocasiones, de agresiones intencionadas por parte de un alumno de su clase, al que aquí vamos a llamar Benito.

En una de esas ocasiones la madre ve a Benito intentando bajar los pantalones a su hijo mientras los dos se deslizan por el tobogán y luego intentan subir por la rampa.

En otra ocasión el padre ve a su hijo venir llorando desde el tobogán con la encía superior sangrando, diciendo que Benito le ha golpeado.

En una última ocasión la madre ve cómo Benito se dedica a empujar y burlarse de su hijo, que todo lo que desea es jugar en paz. En esta ocasión Benito es secundado en sus acciones por una niña de la clase. El abuelo de aquel, que se encuentra en el parque, se acerca. La madre le comenta las quejas de su hijo con respecto al nieto. El abuelo conmina a Benito a portarse bien: “Que no me entere yo”, le dice, pero el nieto ni siquiera le presta atención.

Nuestro hijo refiere además sus dificultades para poder comer su merienda del recreo, pues Benito le persigue por el patio diciendo “Bocata, bocata”, por lo que el niño ha de huir y comer cuando se halla a suficiente distancia, y luego volver a correr para alejarse de nuevo. Menciona también que al menos en dos ocasiones le ha desaparecido el bocadillo mientras se ponía el abrigo para salir al patio en el recreo. Otro día ha venido con el pantalón mojado de pis, y a las preguntas de sus padres contesta que no ha ido al servicio en toda la mañana porque entonces Benito le encierra.

El último de los incidentes anteriores al 19 de enero no mencionado en el referido escrito es el siguiente: El padre espera al niño a la salida del colegio delante de la puerta del pabellón. Cuando el niño sale viene corriendo hacia su padre para abrazarle. En ese momento Benito se le cruza por delante e interpone su mochila entre padre e hijo con clara intención de provocar una caída. El padre de Benito se encuentra al lado y presencia la escena con total claridad. Ambos padres se miran, pero ninguno dice nada.

Como consecuencia de todos estos hechos el alumno decide no invitar a este compañero a su sexto cumpleaños el día 3 de noviembre de 2016.

Los episodios de violencia se siguen sucediendo, y tras las vacaciones navideñas, el día 19 de enero de 2017 se presenta escrito informando sobre hechos constitutivos de un posible caso de acoso escolar sobre el alumno arriba citado al Director del CEIP, solicitando se le dé registro de entrada. El mencionado Director recoge el escrito sin intención de sellarlo, pero es instado a proceder a ello por parte de la persona que lo presenta, la madre del alumno, que pregunta también si este escrito será puesto en conocimiento de la Inspección, a lo que responde que no tiene por qué si no es necesario, con idea de considerarlo como simple documento interno. Además aduce que el niño tiene un carácter difícil, que le cuesta relacionarse, y alguna que otra excusa imprecisa.

A partir de la presentación del escrito se han sucedido los siguientes hechos:

1-Con fecha 20/01/2017 20:05 la madre remite el siguiente mensaje al Director del centro:

Hola, :
Soy la madre de xxxx. He encontrado este artículo sobre el tema del que hablamos ayer jueves y creo que refleja con claridad algunas de las circunstancias que mencionaba en el escrito que te entregué.

http://www.elmundo.es/sociedad/2015/10/28/562cd3df268e3eda3b8b464b.html

Ya sabemos que mi hijo tiene dificultades para relacionarse, pero precisamente por eso es más vulnerable, pues los verdugos, que actúan en grupo, se ceban siempre en el que queda aislado. Además, tener dificultades para relacionarse no es justificación para que consintamos que el niño sea maltratado. Ojalá pudiéramos encontrar una manera de cambiarlo.

Te pido no le dejes de tu mano, por favor. Gracias por tu ayuda.

2-Con fecha 22/01/2017 11:41 se recibe la siguiente contestación por parte del Director:

Hola. Tienes toda la razón. Hemos tomado medidas iniciales preventivas y de conivencia (sic). El lunes tenemos reunión de valoración con la orientadora del EOEP y nos reuniremos con vosotros lo antes posible, seguramente el martes. Mientras, la Tutora, los demás maestros/as del equipo docente, personal no docente y yo mismo, estamos comprometidos en solucionar la situación.

 No obstante, ya sabeis que podeis comunicaros con nosotros, personalmente y en cualquier momento.

Saludos

3-Con fecha 24 de enero se celebra la reunión de los progenitores con el Director,  con  la asistencia de la Orientadora del centro, el Tutor titular, y la Tutora suplente.

-En dicha reunión inicial el Director resume de esta manera el escrito que se le presentó el día 19: “Bueno, os quejáis de que le han faltado unos sacapuntas” (le llevaba desapareciendo material desde septiembre, eso son muchos sacapuntas -teniendo en cuenta que se compraban en paquetes de seis- y gomas de borrar, lápices rotos, rayones en el cuaderno, etc. Curiosamente a partir de la activación del protocolo no le ha vuelto a desaparecer nada). Resulta doloroso que alguien piense que a un padre o una madre le duelan cuatro sacapuntas; lo que duele es el hostigamiento constante.

-Sobre el rodillazo que el niño afirma haber recibido en sus partes propinado por uno de los presuntos acosadores, comenta: ”Bueno, habría que ver primero por qué fue el rodillazo”.

-A continuación hace los siguientes comentarios: “Si pudiera hablar..., pero es que estamos en fase inicial, me voy a callar”. “El niño tiene un carácter muy difícil, no le gusta perder”, “y tiene mucho genio, porque un día (bastante al principio del curso) estaba solo en el patio diciendo en voz alta “¡ESTOY SOLO, NO TENGO AMIGOS!”.

-Asimismo tiene a bien echar en cara al padre el haberse acercado a la valla del colegio en algún recreo a ver si divisaba a su hijo y si éste se encontraba solo o jugando con alguien.

-Comenta que uno de los niños mencionados en el escrito como presunto acosador preguntaba al enterarse de la solicitud de inicio del protocolo de acoso: “¿Entonces ya no voy a ser más amigo de xxxx?”, como dando a entender que nuestra actitud sobreprotectora estaba dando al traste con una hermosa amistad.

-Apunta de forma velada que él está tomando anotaciones sobre el comportamiento de la víctima todos los días desde que se le comunicó el caso el 19 de enero.

-Refuta la autoría de la mancha de rotulador diciendo que esos niños no estaban ese día 13 de enero, viernes, en clase, sino que se encontraban enfermos (la madre cree haber oído que efectivamente esos niños faltaron, pero en la semana siguiente, lunes 16).

-En esta primera reunión aventura también cuál va a ser el final del proceso, afirmando que quedará en nada y diciendo que al alumno (víctima) habrá que proporcionarle ayuda, bien dentro bien fuera del Centro.

-Asegura que es el primer caso que se da en el Centro (quizá quería decir que él supiera, o que se hubiera llegado a comunicar).

-Preguntado por el padre: “¿Qué hago si ahí fuera en el patio los padres de estos niños me interpelan?”, el Director responde: “Ahhh” y hace gestos de alejar cualquier tipo de interés en el asunto con las manos, dando a entender que “eso es problema vuestro”. Solo después de hablar la Orientadora y decir que ante una interpelación con intimidación habría que recurrir a la Policía asume que el centro también tiene algo que ver con ello.

-En esa reunión la madre pregunta al Tutor titular, que acaba de pedir un mes de excedencia, si el niño es agresivo, o si le ha visto pegar a compañeros o tratarlos mal. El Tutor afirma que el niño es noble y bueno, que quizá se aguanta demasiado, y que no le ha visto nunca agredir a nadie, aunque no le guste perder y se enfade consigo mismo a menudo.

4-En la semana siguiente, la madre y el niño acuden al centro un par de días más tarde de lo habitual, por lo que el niño no entra en el aula matinal sino que ambos esperan el toque de timbre en la fila. Mientras el niño juega con algunos compañeros la madre observa cómo las otras madres le dan la espalda y no le dirigen la palabra. Una compañera de su hijo le dedica una mirada entre asombrada y curiosa, luego mira al niño y se acerca a jugar.

5-Durante las tres semanas siguientes al incidente del día 13, el niño presenta un cuadro de ansiedad que se reproduce noche tras noche, con pesadillas y gritos, e incluso incontinencia urinaria. El escrito del día 19 recoge estos hechos referidos a los días que median entre el 13 y el 19.

6-El día 6 de febrero el niño trae en la mochila una invitación de cumpleaños de una compañera para el día 8. Preguntado, afirma que le gustará mucho asistir.

7-La noche del 6 al 7 es la primera en la que el niño no tiene pesadillas y duerme seguido. Tal extremo es comunicado a la Tutora en el siguiente mensaje:

Hola, :
No hemos podido ir a la reunión, pero espero nos informes con una breve nota en la mochila como sueles hacer. Yo miro todos los días por si acaso hay algo.

Quería comentarte que xxxx ha dormido esta noche pasada seguida y tranquila, por primera vez desde el 13 de enero. Para mí han sido tres semanas muy angustiosas y de muy poco dormir, como puedes imaginar.

 Ojalá esto sea el comienzo de la recuperación. Parece que está más contento. Me contaba el otro día que tiene un amigo que se ha ofrecido a ayudarle siempre que lo necesite. No sé de qué curso será, pero parece que empieza a formar sus propias alianzas. Es un alivio.

Gracias por todo.


8-El niño asiste al cumpleaños de su compañera la tarde del 8 de febrero. Cuando vuelve a casa responde de forma evasiva a la pregunta sobre qué tal lo ha pasado. La madre, intuyendo que algo no va bien, le vuelve a preguntar y el niño reconoce que ha ido muy mal. Según sus palabras: ”Cada vez que me acercaba a alguien, hala, un ataque”. Y refiere cómo sus compañeros habían estado huyendo de él y cómo había pasado solo la mayor parte del tiempo, sin poder jugar con ninguno. Cuenta también cómo su compañero Benito le ha dado un empujón.

El padre recuerda que una de las niñas se acercó a él, que se encontraba hablando con uno de los abuelos en el cumpleaños, y dijo: “xxxx huele a caca”. Eso hace pensar en la posibilidad de que alguien de los presentes hubiera extendido el bulo entre los niños con el fin de que estos le evitaran.

9-Al día siguiente el niño regresa a casa en un estado de ánimo muy similar. Preguntado dice que ninguno de sus compañeros ha querido hablar o jugar con él, ni siquiera prestarle una goma. Asimismo cuenta que no se ha comido la fruta que llevaba para el recreo porque dos de sus compañeros, Benito y una niña, no han parado de seguirle todo el rato, molestándole, y no le han dejado comer su merienda.

10-14 de febrero, martes, el niño llega a casa con su juguete del recreo roto. Afirma que su compañero Benito le pidió el juguete. Preguntado por qué ha dejado su juguete a este niño contesta que el propio Benito le ha dicho que si no se lo dejaba se lo diría a la profesora, porque ella ha dicho que los juguetes hay que compartirlos, y si no se lo deja no lo podrá traer más. Ante esta perspectiva el niño no ha podido negarse. Acto seguido Benito ha enterrado su juguete en la arena. Cuando xxxx ha vuelto a tener su juguete en las manos a éste le faltaba una rueda. Sus padres le conminan a que evite en lo posible quedarse solo con este alumno.

11-En este mismo día la familia ha acudido a consulta en un gabinete psicológico para solicitar estudio e informe de daños psíquicos por la sucesión de hechos, todos ellos tendentes a minar y anular la autonomía y autoestima del alumno.

12-En esta entrevista el padre comenta que mientras esperaba ese mediodía para recoger a su hijo a la salida del colegio, la madre del presunto agresor se le había colocado delante, impidiéndole ver la puerta de salida, y en un movimiento brusco inesperado se había echado hacia atrás, empujándole. En ningún momento le miró ni se disculpó por el empujón, sino que permaneció sin moverse formando barrera junto a algunas otras personas que esperaban allí. Una agresión idéntica se repitió algunas semanas después.

13-Tras una nueva reunión con la psicóloga que se encargará del informe, y a la espera de que en sucesivas entrevistas recabe información suficiente para emitirlo, la especialista aprecia que la supuesta relación de “amistad” que la Tutora afirma que existe entre Benito y nuestro hijo es más bien una relación de sometimiento en la que una persona, Benito, ostenta una posición dominante y se aprovecha de ella para mantener a la víctima controlada.



CAPÍTULO V: BAILANDO CON LOBOS
(con perdón de los canis lupus)

Tras la reunión del 24 de enero, hubo un lapso de dos o tres semanas durante las que probablemente a la madre de Benito no le llegó la camisa al cuerpo. Se la veía encogida y contrita, supongo que ya se imaginaba a su hijo expulsado o trasladado a otro centro. Hasta que resultó evidente que, como predijo el Director, el asunto quedaría en nada, y entonces decidió darse un baño de multitudes con sus acólitos de La Manada. Había que oír su risa histriónica y un punto histérica rebotando por las paredes del patio a la salida de clase.

-Está muerta de miedo -dictamino al llegar a casa.

Por nuestra parte, tardamos un tiempo en asimilar la actitud levantisca y francamente agresiva del Director. El día 22 contestó con un correo conciliador, y en cambio dos días después... ¿Qué pasó entre medias? Le hemos dado muchas vueltas al asunto, y el único motivo que se nos ocurre para un viraje tan repentino es que le dio tanto miedo enfrentarse a un grupo de madres enfurecidas que prefirió hacernos el feo a nosotros.

Viendo que por este lado no adelantamos nada, nos ponemos en contacto con el Inspector que supervisa el centro. Primero por escrito, luego telefónicamente, y más tarde en una reunión. Le contamos nuestro problema y el cúmulo de irregularidades que, a nuestro juicio, está cometiendo el Director, entre ellas el no haber notificado a la Dirección Provincial que unos padres de su Centro han activado el Protocolo contra el Acoso Escolar. El Inspector se muestra sumamente comprensivo y nos promete solucionar el asunto. Según dice, hará venir un Equipo de Intervención Educativa, pues considera que el de aquí podría estar mediatizado al tratarse de una localidad pequeña. Promete informarnos de la evolución del caso, y salimos de la reunión esperanzados.

El curso continúa sin grandes novedades. Bueno, salvo que el Tutor se ha dado de baja y ha venido una chica joven, muy simpática. Esta parece que lleva mejor el grupo. Después de Semana Santa se reincorpora el primer Tutor, pero al mes nos vuelve a dejar colgados y mandan a otra maestra. Como cuando llamas al servicio de atención al cliente de cualquier gran empresa, nos vemos obligados a poner en antecedentes a las recién llegadas una y otra vez. El Tutor es la figura que da cohesión a un grupo y favorece la convivencia. En cuatro años de sistema educativo, nuestro hijo ya ha conocido a siete tutores, siete (tres este año, y otros cuatro en Infantil pese a que, según la Ley, debería haber tenido uno solo para toda la etapa).

No obstante, después de la lata que hemos dado, parece que la intensidad del acoso ha disminuido, ya que no cesado. De dos de los agresores nuestro hijo no vuelve a quejarse (a estos sí parece que alguien les ha leído la cartilla), pero no es el caso de Benito: el relato de incidentes no cesa, especialmente el robo de juguetes. Hasta que un día de mayo, a la vuelta de una excursión escolar, van nuestro hijo y su madre por una acera y Benito y la suya por la otra. Benito lo llama, y mi mujer se revuelve.

-¡Benito, deja de robarle juguetes! -le increpa.

-¿A voces? -replica desdeñosa la madre del otro, como si fuera peor perder la compostura que la conducta canalla su hijo. Sea como fuere, a partir de ese momento el extravío de pertenencias cesa por completo.

El que no nos dirige la palabra es el Director. Como le hemos puenteado y socavado su autoridad debe de estar que trina, y cada vez que nos cruzamos (sin saludarnos) me dirige miradas asesinas. Hasta que el último día de curso nos vemos de lejos. Él no hace ademán de detenerse, pero no le queda más remedio cuando mi hijo corre hacia él para despedirse. Lo encuentro más suave. A modo de disculpa me dice que en el Centro no entienden muy bien lo que ha pasado, que el grupo de Primero se les ha ido de las manos. Pero que todo se va a arreglar, porque dos de los chicos que daban problemas no van a estar el curso que viene, y que el Inspector ha prometido más apoyos. Resulta irónico que a estas alturas reconozca los problemas que hace cinco meses se empeñaba en negar.



CAPÍTULO VI: BEGIN THE BEGUINE

El verano supone un interludio en el que todo se olvida. O, al menos, pasa a segundo plano. Baños en el Mediterráneo, senderismo en Asturias... El colegio y sus miserias quedan muy lejos. Hasta que llega septiembre. Comenzamos el curso ilusionados hasta que un viernes, dos semanas después de empezar, mi hijo sale de clase llorando. Está tan alterado que no es capaz de decirme lo que le pasa. Después de un rato me ha contado que justo al salir, supongo que aprovechando el tumulto, le han insultado y pateado la mochila. Hoy por primera vez me dice que quiere cambiar de cole "porque seguro que hay otro mejor". Lo más hiriente de todo es que, mientras permanecemos en el patio, él llorando y yo consolándole, la gente desfila y nadie acude a interesarse por lo que pasaba, salvo quizá alguna madre desconocida que no sabe nada del asunto. En cuanto al señor Director, cruzó el patio cuando ya apenas había nadie (es imposible que no nos viera) y tampoco se dignó a acercarse. Almas de piedra.

En esta ocasión el que llevaba la voz cantante es un alumno al que vamos a llamar Pascasio y que el año pasado permaneció en un discreto segundo plano, pero que por lo visto ha decidido significarse. No es de extrañar, porque Pascasio es hijo de una de las socias honorarias de la Manada, y si a diario oye en casa rajar de nosotros es lógico que actúe en consecuencia. Esto que digo no es mera suposición: días después de lo que acabo de contar, mi hijo se quejó de que Pascasio le había robado un coche regalado por otro niño. Aproveché que coincidimos en el comedor escolar para decírselo. Pascasio no solo negó haberse llevado el coche de marras, sino que se permitió la crítica: "Es que tu hijo..." y añadió dos o tres juicios de valor impropios de un crío de ocho años. Me estremeció el desdén y la frialdad de aquellas palabras, sin duda surgidas del cacumen de los que le han traído al mundo. Pascasio llama chino a mi hijo, y le enseña el dedo corazón levantado hacia arriba cuando la Tutora no mira.

Nada más llegar a casa le escribo a esta un mensaje relatándole los hechos. El lunes por la mañana, como no he obtenido respuesta, saco el texto por la impresora y se lo entrego, metido en un sobre, a la responsable del aula matinal. El tono de la misiva es cuasi desesperado, pero la Tutora como quien oye llover. Me imagino que, en el mejor de los casos, le habrán dicho que cuidado con esos histéricos que ese niño tiene por padres. Y, en el peor, que ni puñetero caso.

De modo que el lunes a las dos me planto en la puerta del aula. Mala suerte: a quinta hora han tenido Inglés y la Tutora no se encuentra allí. Mientras espero tengo ocasión de ver cómo La Manada, a la que hoy se han sumado algunos padres, me señala disimuladamente como si de un fenómeno de circo se tratase. Mientras, cuchichean.

Tres días antes de este episodio la maestra especialista de Inglés nos hizo llegar un mensaje en el que informaba de que nuestro hijo se dedicaba a molestar a Benito y le había roto una hoja del libro de texto. Esta fue nuestra respuesta:

Estimada xxxx
Siento que aún no nos hayamos conocido en persona. Le agradezco su pronta comunicación del incidente ocurrido esta mañana. En archivo adjunto le remito los escritos presentados durante el curso pasado por los padres del alumno ante las diversas instancias por lo que consideramos un problema de acoso, que a tenor de los incidentes que vienen ocurriendo en estas primeras semanas de clase parece que no está ni mucho menos solucionado. El curso pasado nuestro hijo se quejaba continuamente de los malos tratos, las vejaciones y los insultos de su compañero Benito entre otros. Dos de esos "otros" hemos sabido se han trasladado a otro centro, pero el problema persiste.

Informamos de ello en octubre de 2016 en primer lugar al Tutor, un docente en comisión en el centro que probablemente usted conociera. A continuación en noviembre informamos al Director. En vista de que las incidencias continuaban presentamos escrito en el Centro con registro de entrada, recibido y sellado por el propio Director en enero. Tras un mes de espera, y ante la angustia de ver cómo la situación anímica de nuestro hijo iba empeorando sin que aparentemente se estuviera tomando ninguna medida para protegerle, nos pusimos en contacto con el Inspector del centro para informarle de los hechos. Fue después de esta toma de contacto con la Inspección cuando el centro inició el Protocolo de Acoso que habíamos solicitado. Lamentablemente, el curso transcurrió sin que se llegara a solucionar el problema.

Durante todos esos largos meses nuestro hijo no agredió a sus acosadores, y nadie le protegió de sus agresiones: libros pintarrajeados, juguetes que volvían a casa rotos, o simplemente desaparecidos para siempre, además de incontables sacapuntas, rotuladores, lápices de colores partidos, en fin... En todas las ocasiones la misma respuesta a la pregunta "¿Quién ha sido?": "Benito".

Les ruego, por favor, que no le sienten cerca de ese niño en clase. Mi hijo no hace otra cosa sino defenderse de las continuas agresiones, porque no aguanta más. Hagan cuanto esté en su mano para que le dejen en paz. Ya le tienen aislado en el patio, nadie de su clase juega con él, eso se llama "acoso social", y es tan horrible como el físico, verbal o psicológico. Hay toda una literatura referida al tema. Está todo en el Protocolo de Acoso Escolar. El acosador no lo hace en presencia de adultos. Y, por favor, ayuden a ese pobre muchacho, Benito, que no sabe respetar a los demás. Su problema es también muy grave.

Confío en que podamos hablar en persona lo antes posible, para solucionar cuanto antes esta situación.

Gracias por su tiempo y atención.

A diferencia del curso pasado, nuestro hijo está aprendiendo a devolver los golpes, pero nosotros no queremos que viva en esa (in)cultura de la violencia. La respuesta de la maestra es que "habría que matizar" (como la célebre patada en los testículos), y que queda a nuestra disposición en su hora de tutoría.

De modo que me pongo de nuevo en contacto telefónico con el Inspector. Para mi sorpresa, esta vez no se muestra en absoluto amable. En tono desabrido me dice que creía que ese asunto estaba ya resuelto, que el Equipo de Orientación que envió no encontró nada, y que en eso coincide con el Director. Ya sabemos lo que opina este señor, pero ¿el Equipo de Orientación? ¿Realmente vino? ¿Dónde están los informes? ¿Por qué nadie nos ha dicho nada? Quedamos para una entrevista personal una semana después y el señor Inspector viene más suave, pero no ofrece soluciones. Tan solo quizá, y a propuesta nuestra, un cambio de Centro. Conocemos abundantes casos en los que, en lugar del acosador, es la víctima la que tiene que marcharse. ¿Por qué ese castigo? ¿Por no callarse, por no aguantar?

En momentos así la sensación de hallarte solo, abandonado a tu suerte, es cósmica. Uno cree que por encima del común de los mortales hay personas, entidades y organismos deseosos de intervenir ante las injusticias y las irregularidades, sitios a los que puedes recurrir en demanda de ayuda. Y de golpe y porrazo descubres que es mentira. Que hay un contraste hipócrita, hiriente, entre la propaganda oficial ("Estamos Luchando Contra El Acoso") y la cruda realidad. No deja de ser parecida esta lacra a esa otra tristemente famosa, la violencia de género: mucho acto público, mucha declaración de intenciones pero al final las que siguen muriendo son las mujeres. Tampoco a la prensa parece interesarle mucho el asunto, salvo que haya sangre, jueces y denuncias de por medio: el primer capítulo de este relato lo envié a cuatro periódicos diferentes como Carta al Director rogando que lo publicasen, y hasta hoy.

Por otra parte, nos deja apabullados esa ligereza a la hora de descartar un presunto caso de acoso. Eva Romera, profesora del Departamento de Psicología de la Universidad de Córdoba, en una entrevista al diario Público (15-2-2017) explica que ha realizado un muestreo con 3.000 estudiantes de 35 centros educativos, y sus conclusiones son tajantes: Un tercio del alumnado de los últimos cursos de Primaria es víctima de acoso. "el fenómeno conocido como bullying no es aislado. Se vive a diario de los centros educativos de toda nuestra geografía." Damos por sentado que estas dinámicas de acoso comienzan antes (en ocasiones en Educación Infantil) pero, como aumentan de intensidad a medida que los niños crecen, los padres no toman cartas en el asunto hasta que la situación se vuelve insostenible.

En cuanto a "las respuestas educativas -continúa Romera- para paliar estos problemas no están siendo lo suficientemente efectivas [...]. Unas veces porque no hay una respuesta clara y contundente por parte de los centros educativos contra el acoso escolar. Otras porque el propio profesorado no saber detectar ni cómo actuar ante este tipo de fenómenos."

Este año ha llegado un niño nuevo llamado Anselmo. Mi hijo, desesperado por hacer amigos, intenta hacer migas con él (este es quien le regaló el coche que después robó Pascasio). Pero rápidamente Benito lo atrae al lado oscuro y lo instrumentaliza contra mi hijo, al que continuamente llama gordi. A los pocos meses llegará otro niño y sucede lo mismo: Benito es de lo más absorbente, y actúa como un auténtico capo de mafia carcelaria que da protección y prebendas a cambio de sumisión incondicional. Curiosamente -o no tanto- es la misma actitud con la que se conduce su madre, líder indiscutida de La Manada.

La Tutora, por supuesto, es nueva en el Centro, de modo que es menester contarle toda la película desde el principio. Se niega a citarse con nosotros antes de la reunión inicial, y nos trata con reserva, a saber qué le habrá dicho el Dire de nosotros. Por fin conseguimos mantener una reunión con ella, a la que asisten aquel y la Jefa de Estudios. No niegan los incidentes, pero coinciden en que se trata de sucesos puntuales, que la cosa no es tan catastrófica como pueda parecer, y que sobre todo es importante que no dramaticemos delante del niño. Por descontado que siempre que tratamos el tema su madre y yo lo hacemos a puerta cerrada, pero el consejo suena a lo siguiente: coja un martillo y máchese los dedos uno a uno delante de su hijo para demostrarle que los martillazos no duelen. En cuanto al problema de las madres, nos dice el Director que ellos no pueden hacer nada, y que la única solución es que pase el tiempo (¿cuatro años, quizá?). También nos recomiendan varios libros dirigidos a niños para que aprendan a gestionar sus emociones. Eso ya lo hacemos con nuestra psicóloga, a la que estuvimos acudiendo durante el curso pasado todas las semanas de enero a junio, y que hemos retomado en septiembre. Su trabajo se centra sobre todo en aumentar la resiliencia del muchacho para que sea capaz de afrontar mejor las situaciones conflictivas y las críticas. Esta profesional ha solicitado en varias ocasiones que la permitan entrar en el aula para trabajar allí con nuestro hijo, pero el Centro se ha negado en redondo. Entonces, siguiendo el consejo de una Orientadora amiga, pedimos a la tutora la Hoja de Demanda, un documento mediante el cual solicitamos la intervención de los psicólogos del Equipo de Orientación Educativa y Psicopedagógica. Promete que nos la dará.

Se acerca el séptimo cumpleaños y tenemos un problema. Por descontado que no podemos invitar a los mismos compañeros que el año pasado, pues tan solo una nos devolvió la convocatoria. Con mucho esfuerzo repescamos a gente de otros grupos y un par de amigos de fuera del cole. De su curso tan solo invita a tres personas. Ninguno acude. Pascasio busca hacer sangre diciéndole que "no va a ir nadie a tu cumpleaños". Finalmente salvamos el expediente por los pelos, una celebración justita en el burguer.

Días antes de finalizar el trimestre, todo el colegio se desplaza hasta el auditorio público para la Fiesta de Navidad. Caminan en fila de a dos. Detrás de mi hijo van Benito y Pascasio, que se dedican a darle puñetazos. Aquel le pide a la tutora que le cambie de sitio, y esta lo lleva delante, con una niña. Y el penúltimo día de clase todavía me da tiempo de enviar el siguiente mensaje:

21/12/2017 20:03

A/A: Sra. Tutora:
Hola:
Nos cuenta nuestro hijo que esta mañana, durante el recreo, Benito le ha escupido. Que ha ido a quejarse a la maestra de guardia. Que esta ha castigado a Benito.

Te lo notifico por si acaso no te lo han contado.

Recibe un cordial saludo.

(Nótese la retranca comercial de la fórmula de despedida. Si de entre todo el cúmulo de agresiones decidí informar por escrito de esta fue porque de ella había sido testigo un adulto que además creyó a mi hijo y afortunadamente adoptó medidas en consecuencia. Digo afortunadamente, porque desde el año anterior hemos aleccionado a nuestro vástago para que se queje las maestras presentes cuando se metan con él. No siempre con éxito, porque una vez la que estaba de guardia le respondió: "Anda, vete a jugar". Y en otra ocasión la especialista de Bilingüe, que por cierto le daba clase, le respondió no se sabe qué y se dio la vuelta para seguir charlando. Algo insólito si tenemos en cuenta que, según del Dire, con un protocolo antiacoso en marcha, todas las fuerzas de tierra, mar y aire del cole estaban advertidas y pendientes de cualquier suceso.


CAPÍTULO VII: ORIENTADORA

Transcurre la tregua de Navidad. A la vuelta preguntamos a la Tutora por la dichosa Hoja de Demanda que le pedimos hace tres meses. Responde que la tiene la Orientadora, que por cierto quiere vernos. Con esta señora estamos bastante mosqueados, porque la vimos en la reunión inicial del Protocolo, hace ya un año, y no hemos vuelto a saber de ella, de modo que conseguimos Hoja de Demanda por nuestra cuenta y le damos registro de entrada en el CAD. Varias personas nos han subrayado la conveniencia de que todo vaya sellado y registrado. Así, si pasa algo realmente grave, el Centro no podrá agarrarse (como a menudo lee uno en la prensa) a que "no sabían nada" y que "los padres no habían notificado el problema al Centro."

Cuando el Director se entera de que hemos dado curso oficial al escrito, nos urge a que nos reunamos con la Orientadora, e incluso firma un volante para que podamos justificar la ausencia en nuestros respectivos trabajos. El cinco de febrero acudimos al Centro. La reunión dura hora y media, y la psicóloga nos pide permiso para grabarla. Por mi parte, saco el móvil y también grabo. Ese es el motivo por el que puedo aportar, aunque plagadas de anacolutos, extensas citas literales de lo que allí dijo.

Noventa minutos dan para hablar de lo divino y lo humano, lo cual tampoco significa que saliéramos satisfechos, ni que obtuviéramos nada concreto. A estas alturas de la película ya tenemos claro, como dice Celestina, que "a las obras creo; que las palabras, de balde las venden dondequiera".

Empieza diciéndonos que viene poco al Centro, solo un día en semana (y si le surge algo más importante, cada quince días).

Después, que ella solo puede intervenir a nivel escolar y no de conducta.

Que el problema de nuestro hijo reside, aparte de ser un perfeccionista poco amigo de críticas, en que tiene falta de habilidades sociales y una gran dificultad a la hora de relacionarse con los demás: "la fustración no la tiene adquirida " (sic).

Que vive en un mundo aparte y que se puede pasar horas hablando y jugando con cualquier objeto (cosa que a ella, personalmente, le pone de los nervios).

Que él también sacude. Reconoce que la clase entera tiene problemas de relación y convivencia, y en ese aspecto nos remite a la Tutora, a la que periódicamente proporciona fotocopias con actividades para que las trabaje con sus alumnos.

Que ella no ha visto esa violencia de baja intensidad de la que nosotros hablamos, sino que son "juegos de niños [...] que a esa edad no tienen malicia" (un rato más tarde, sin embargo, dirá que "los niños son supercrueles".

En cambio ella sí ha observado que nuestro hijo "no acepta bromas", y que "es un poco desastre a la hora del estuche", y que si bien Benito es un poco lo que nosotros decimos, el nuestro también tiene lo suyo.

Cuando nos quejamos del mal ambiente creado por el grupo de madres, propone una solución ingeniosa: "Lo que debéis tener es habilidades sociales para estar por encima de todo eso [...] acercándoos de vez en cuando a una madre. Que de entrada voy a tener un rechazo y no me va a mirar. Pero la segunda vez, pues me pongo cerca. La tercera vez me pongo más cerca. A lo mejor sin hablarle, pero poquito a poquito voy ganando terreno, que es lo que consiste. No me van a dar la mano, ni me van a decir hola el primer día, pero a lo mejor al cabo de un mes sí consigo que me digan algo". Vamos, que propone dos cosas: una, que pidamos perdón. Y otra, que apliquemos la solución que daba José Mota para invadir Portugal sin disparar un tiro: ocuparla de a pocos, es decir, moviendo con disimulo los hitos fronterizos hasta llegar al mar.

Y por fin, en el minuto 38 de la entrevista, nos queda claro por qué estamos aquí: "Intentemos no utilizar tanto la palabra acoso porque son niños y después sale a otros términos [...] El problema es que las etiquetas salen fuera del colegio y después pasa lo que pasa". O sea que al final era eso: lo que les preocupa es que trascienda.

Llamadlo como que queráis, pero no lo llaméis acoso.



CAPÍTULO VIII: TUTORA

No sabemos si es que nos dejamos engatusar cada vez que hablamos con el colegio o es que cuando vamos están más pendientes, el caso es que cada vez que hacemos una visita las aguas parecen volver a su cauce y nuestro hijo deja de quejarse durante un tiempo hasta que el ciclo, de unas cuatro semanas de duración, se repite con la precisión de un bucle. Así que el miércoles 7 de marzo solicitamos de nuevo cita con la Tutora. Llueve a mares cuando entramos en el colegio.

Comenzamos hablando del aspecto académico, que es el terreno en el que los maestros parecen sentirse más seguros pero que a nosotros nos da igual, puesto que las notas de nuestro hijo son excelentes. Nos dice que últimamente le ve muy distraído y que pierde mucho el tiempo "pero como tiene tan buena cabeza, en diez minutos te saca el ejercicio adelante".

Hablando del asunto Benito, nos dice que ella "también le tiene un poco enfilado", y que no es que tenga algo personal con nuestro hijo, sino que se porta así con toda la clase. Jopeta. Si lo tiene tan claro, ¿por qué el Centro no adopta hacia él medidas más contundentes, como parece que ocurrió con los dos hermanos que cambiaron de colegio al final del curso pasado? En el fondo creo que, como ya dije, aquí tienen miedo a la madre, que al final de las clases entra a hablar día sí día también. Incluso una vez estábamos la Tutora y yo tratando un asunto, llegó el Basilisco e interrumpió la conversación, y aquella no tuvo narices a pedirle que se esperase, que estaba hablando conmigo.

Le exponemos nuestra preocupación por que nuestro hijo pase solo los recreos. Según ella es algo que él elige voluntariamente, y que de todos modos a veces juega con otros niños. Nosotros, la verdad, no estamos tan seguros. Además, esa situación le convierte en blanco fácil para los acosadores. Un día, alentado por su madre, se llevó varias canicas para jugar con una niña de Tercero amiga suya, pero por el motivo que fuera ella no quiso. Entonces, mientras estaba sentado en un banco con su bolsa de canicas, por detrás se le acercaron Benito, Pascasio, Anselmo y el otro niño nuevo para meterse con él e insultarle. Pascasio debe haberse apuntado a Taekwondo o algo así, porque en ocasiones intenta hacerle barridos de piernas, y en esta ocasión, además, le golpeó el pecho con las manos.

Como esta disparidad de versiones le vuelve a uno loco y no sabe a quién creer, dos días antes de la reunión me he acercado al patio. Y me he encontrado con lo que temía: mi hijo solo, sentado en un banco, como un viejecito. Los agresores, como cuatro jinetes del Apocalipsis, pululan a sus anchas por el patio en actitud chunga. Hoy por lo visto no la han tomado con mi hijo, sino con su amiga de Tercero. Se acercan a ella y le gritan burlonamente: "¡Mandarina, mandarina!". La chica no se arredra y corre hacia ellos, que entonces de dispersan. Así una y otra vez, durante quince minutos. Y eso a la vista de las maestras de guardia, que están muy a sus cosas charlando entre ellas y que por lo visto nunca ven lo que estoy viendo ahora mismo. Dado que los alumnos raramente se relacionan con otros que no sean de su curso, estoy convencido de que han elegido a esta chica como víctima exclusivamente por ser amiga de mi hijo.

Cuando no lo soporto más, salgo de mi escondite y le llamo. Él me ve y se acerca. Se muestra cariñoso, pero yo lo noto serio y triste. Aunque más triste está su padre, a quien se le acaba de partir el corazón. Su Tutora está de guardia en el patio, me ve, pero a mí a estas alturas me da todo igual.

Hablamos de todo esto en la reunión, y ella opone un débil "Si vienes a verle, dificultas su integración". Pero ¿qué integración ni qué niño muerto? Si en quince meses no ha conseguido que le acepten, poco perjuicio voy a causarle porque me pase un día para comprobar si es verdad lo que dice él o las personas que teóricamente deben velar por su integridad física y moral.

Cuando salimos a la calle sigue diluviando. Corre el agua por el asfalto, por las aceras. Resulta imposible no mojarse.



CAPÍTULO IX: END

Aún no he hablado de la madre de Anselmo. Esta mujer tiene dos hijos, y ha llegado este año nueva debido a que el hijo mayor, que está en Quinto, sufría acoso en otro centro donde por lo visto tampoco había acoso. Se trata de una persona con inquietudes, que aprobó el acceso a la universidad para mayores de 25 años y ahora está estudiando Química en la UNED. Pronto cogemos confianza, pero pasan semanas antes que le ponga en antecedentes de la vida y milagros de La Manada, advirtiéndole que si se pone de nuestro lado la van a crucificar. Ella dice que le da igual.

A partir de aquí empieza una historia de apoyo mutuo que dura varios meses, con muchas mediodías charlando en el parque mientras nuestros hijos juegan. A ella le gusta que yo sea profesor, porque así le puedo aconsejar respecto a los estudios de sus hijos y de los suyos propios. Se queja de que cría sola a sus hijos y que su marida no solo no la ayuda, sino que le quita autoridad levantando castigos y restricciones cuando le viene en gana.

A mí me viene muy bien porque tengo a alguien dispuesto a romper el bloqueo impuesto por las otras madres. Al salir del cole algunas nos miran con sorna, como diciendo: "¿Y sabe tu mujer que hablas con esta?"

Todo habría salido estupendamente de no ser por el hijo pequeño, Anselmo que, como ya contamos, enseguida se hizo acólito de Benito y que, mientras que en el recreo se metía con mi hijo, delante de su madre disimulaba. Yo de esto no decía nada, mitad por decoro mitad por interés. Pero la ella se daba perfecta cuenta de que el niño estaba espabilando y que, aparte de ir fatal en los estudios (era repetidor), últimamente había aprendido cantidad de palabrotas.

La chispa saltó un día que llamé a su casa para preguntar si podía recoger a mi hijo. Descolgó Anselmo. Le pregunté si podía llamar a su madre.

-¿Y si no quiero, gordo?

No sé qué me asombró más, si el exabrupto o la manera macarra en que lo dijo. Cuando su madre se puso al teléfono se lo conté.

-Sí, es que ahora llama gordo a todo el mundo.

Yo no dije nada más. Durante una semana viví con la ilusión de que obligaría a su hijo a pedirme disculpas, pero en vano. De todos modos, la relación se había ido enrareciendo, y gradualmente de personas sencillas y cultas nos transformamos en unos tiquismiquis que si están solos es porque se lo han buscado. El punto de inflexión vino cuando mi mujer le dijo que había cuatro niños de Segundo en el patio acosando a una amiga de nuestro hijo. Ella preguntó:

-No sería Anselmo uno de ellos, ¿verdad?

Dos días antes de las vacaciones, curiosamente, es mi hijo quien destapa la caja de los truenos sacando el tema del insulto a su padre. En ese momento noté cómo crujían los palos de la techumbre.
-¿Y te molestó que te llamara gordo? -se asombra ella-. A mí me lo llama todo el tiempo.

Respiro y me tomo un segundo antes de contestar.

-¿Qué quieres, que te diga que no?

Al ver que no hay más que hablar, aviso a mi hijo de que nos marchamos.

-Mañana lo recoges tú -son sus últimas palabras.

Una pena. Me caía bien.



CAPÍTULO X: UNA NUEVA ESPERANZA

Ocurre a veces que las cosas se precipitan. O, para ser más exactos, llegan a su conclusión lógica después de meses de titubeos y vacilaciones. Si no habíamos cambiado de centro era porque, en la oferta educativa de la localidad, no encontrábamos nada que nos satisficiera. Hasta que nos enteramos de que existía un cole adscrito a la Red de Escuelas de Inteligencia Emocional, que contaba con un premio a las Buenas Prácticas Educativas y que además recientemente había filmado un corto contra el acoso ideado y protagonizado por los propios alumnos. De hecho, mi mujer ya se había entrevistado con la Directora y habíamos decidido matricularlo allí para el curso que viene. Sin embargo, la pérdida del único apoyo que teníamos en la clase cambia por completo el panorama: queremos a nuestro hijo fuera de ese Centro para después de Semana Santa.

-Trata tú de hablar por teléfono con el Inspector y yo registro una solicitud por escrito.

Le habíamos insistido muchas veces en que si quería que le lleváramos a otro cole, pero él siempre se resistía, imaginando supongo de que más vale lo malo conocido. Pero ahora no sé si es que estaba especialmente hasta el gorro de los agresores, o del aislamiento en clase, o del tonto de Anselmo y la escenita de su madre. El caso es que lo enfocamos de otra manera:

-¿Te gustaría ir al colegio donde estudió mamá?

Esto no era una mentira piadosa: mi mujer llegó a ese colegio en Tercero de EGB, con nueve años. Responde que sí.

Quedaban tan solo dos días para las vacaciones, así que había que actuar rápido. Tirando de conocidos y de influencias conseguimos contactar con el Inspector y arrancarle un compromiso verbal de cambio de colegio para el 3 de abril.

La cosa no fue fácil, porque ese día nos presentamos allí los tres y la Directora nos dijo que no tan deprisa, que era necesario seguir un procedimiento y que eran necesarios muchos papeles. Que mientras tanto nuestro hijo no podía estar sin escolarizar y tenía que volver al colegio antiguo, a lo que nos negamos. De manera que durante dos días se quedó en casa de su abuela, presumiblemente enfermo. Por fin el día 5 se incorporó a su nuevo curso. Al pobre le daba una vergüenza terrible entrar en clase y yo pasé toda la mañana preocupado, pero al salir le vi tan contento que se me iluminó el alma. Al llegar a casa lo primero que dijo fue

-¡Mamá, me aceptan!

- Hijo, tú siempre has sido aceptable. Los únicos inaceptables son los sinvergüenzas.

Y casi nos echamos los tres a llorar.



CAPÍTULO XI: WISC-IV

Julia, nuestra psicóloga, nos propuso antes de Navidades pasarle a su joven paciente un test de inteligencia "más que nada por descartar". Pero transcurrieron las vacaciones y nadie se acordó. Como ese tipo de pruebas conviene realizarlas por la mañana, quedamos en realizarlo en Carnavales, pero a ella le surgió un compromiso y tampoco pudo ser. Finalmente en Semana Santa encontramos un hueco y le pasó las pruebas, que completó otro día por la tarde, en sesión de consulta ordinaria.

El jueves pasado, mientras mi hijo esperaba fuera, me dio los resultados:

- Razonamiento perceptivo: 142.

- Comprensión verbal: 136.

- Memoria de trabajo: 116.

- Velocidad de procesamiento: 88

Trasladados estos resultados a una campana de Gauss, los resultados del test WISC-IV (el más utilizado en todo el mundo para detectar altas capacidades y que yo no había oído nombrar en mi vida) arrojan una puntuación de 130. Eso son 20 puntos por encima del máximo considerado con normal (que va de 90 a 110).

- ¿Y vosotros, no os habías dado cuenta?

Hombre, sabemos desde que nació que nuestro hijo es especial y excepcional en algunos aspectos, pero como suponemos que eso pensarán todos los padres, pues no le dábamos demasiada importancia. Lo bueno de este diagnóstico es que explica muchas cosas, como por ejemplo:

-La baja tolerancia a la frustración.

-El elevado sentido de la justicia.
-El ser muy sensible a la crítica y vulnerable al rechazo de sus compañeros.

-El ser muy creativo e imaginativo, con una gran capacidad para la observación y la concentración.

-Tener una gran capacidad verbal (tanto en expresión como en comprensión).

-Ser muy perfeccionista, y enfadarse cuando las cosas no salen como él quiere.
- Y el contar con un gran sentido del humor.

Todo lo anterior es a la vez una bendición y una maldición. Como decía Adrienne Rich en su poema sobre Marie Curie "que sus heridas provenían de la misma fuente que su poder": el ser percibido como diferente por los demás puede conducir al aislamiento; su vulnerabilidad atrae a matones y parásitos de toda laya. Por último (por fortuna y de momento esto no se ha dado), el aburrimiento en clase y la falta de incentivos en el aprendizaje pueden llevarle al fracaso escolar.

Lo que sí nos enfada enormemente es que todas las características arriba reseñadas (no extraídas de un documento secreto del Pentágono, sino de un decálogo sobre niños de altas capacidades, Internet está lleno de ellos), pese a su evidencia, no consiguieran iluminarle la mollera a la señora Orientadora y que no se le hubiera ocurrido pasarle a nuestro muchacho un simple test que habría aclarado muchas cosas. O tal vez no tenía ganas de trabajar. ¿A santo de qué, si no, estuvo hablándonos -sin que nosotros le preguntáramos- de los inconvenientes que supondría adelantar a nuestro niño un curso?

Es como si vas al médico con un catarro y, en vez de prescribirte medicamentos, te reprochan que tu sistema inmunitario sea tan débil. Tampoco a ninguno de sus numerosísimos tutores pareció salirles de ojo salvo a una maestra de Infantil, licenciada en Psicopedagogía, que sí que vio algo pero por desgracia se marchó a los tres meses.

Pero, como dice Pármeno, de nuevo en La Celestina:  "Ahora dejemos los muertos y las herencias. Hablemos en los presentes negocios, que nos va más que en traer los pasados a la memoria." Ante nosotros se abre un camino que, de confirmarse los resultados, aparece jalonado de gabinetes de especialistas, talleres específicos y asociaciones de Altas Capacidades. Camino cuya posibilidad jamás hubiéramos adivinado y sin duda plagado de alegrías y sinsabores, pero también lleno de propósito. Porque así es como nosotros concebimos la maternidad/paternidad: fructífera y consciente. Somos de la creencia de que nada sucede por casualidad, y que cuando venimos al mundo no escogemos una familia al azar, sino aquella que mejor se adapta a nuestro proyecto de vida y la que nos va a brindar las experiencias que necesitamos.

Por eso, hijo, de damos las gracias.
Por elegirnos a nosotros.
Por ser como eres.
Estamos tan orgullosos de ti.
Te queremos
y te querremos
siempre.


Abril 2018