miércoles, 12 de octubre de 2016

Haere mai. Un viaje a Nueva Zelanda (19)

9 de agosto
Temperatura al amanecer: 1,5º C
Amanece sobre la Golden Bay, el lugar donde en 1642 Abel Tasman tuvo el primer encuentro -léase encontronazo- con los maoríes. Este hombre figura en los libros de historia como el descubridor de Nueva Zelanda. Sin embargo, a día de hoy parece probado que el  primer europeo que arribó por estos lares fue el murciano Juan Fernández en 1576. Ítem más: un  investigador neozelandés llamado Winston Cowie está convencido de que fue la nao San Lesmes (desaparecida en el Pacífico durante la expedición de El Cano de 1525 a las Molucas) el primer barco occidental en llegar a Aotearoa. El propio Cook se encontró con algunos nativos que eran "casi tan blancos como los europeos, y algunos pelirrojos" Y escuchó también las historias de maoríes que explicaban que algún hombre blanco había llegado a Wellington, donde se había casado y tenido un hijo con una mujer maorí. Incluso hay documentadas media docena de palabras en lengua maorí que parecen calcadas del castellano.
Dejando a un lado disquisiciones histórico-filológicas nos desplazamos hasta Farewell Spit, un banco de arena o restinga que constituye el punto más septentrional de la isla. A 4 kilómetros de donde hemos dormido está el Cafe overlooking Farewell Spit, ahora mismo cerrado. Dejamos la auto en el aparcamiento y seguimos una ruta señalizada que atraviesa verdísimos prados. El suelo que hay debajo es todo arena, quién lo diría. Encontramos muchas ovejas y también unos ejemplares de anátidas muy curiosos que ya hemos visto en varias ocasiones. Van siempre en pareja, pero el macho y la hembra son tan distintos que podrían pertenecer a especies diferentes.

Golden Bay al amanecer
Ovejitas curiosas
El terreno se eleva gradualmente y aparecen árboles, algunos de una talla enorme. Un sendero que desciende entre arbustos nos lleva a la orilla Norte de la península, playa amplísima y desierta. El sol, la calima, el sonido del mar... Inevitable no recordar la película El Piano y la música de Michael Nyman, que se encaja como un dardo dentro del corazón. Caminamos en dirección Este durante unos mil metros, atentos a no pasarnos el camino que debemos tomar. Localizado este, nos adentramos en una zona de dunas, y toca dar un par de rodeos porque la zona se halla inundada. Luego, entre praderas y pinos, alcanzamos la orilla de la Golden Bay y, siguiéndola hacia el Oeste, completamos el circuito llegando hasta donde dejamos la autocaravana. En total, unos cinco kilómetros y medio.

"Qué claridad...
...de playa...
...al mediodía"
Un piscolabis y nos movemos hacia Wharariki Beach, a cuyo aparcamiento se llega siguiendo una pista de grava de 6 kilómetros. Hoy es día andar: hasta la playa son veinte minutos a pie. Sorteamos las alambradas mediante unas curiosas escaleras y cresteamos por dunas cubiertas de hierba. Traíamos leído que la playa se puede admirar un arco de piedra, pero debe de ser con la marea baja, porque no lo vemos por ningún lado. Ídem para las crías de león marino que se es posible ver en algunas fotos. Nos contentamos pues con el paisaje de dunas e islotes, y los descomunales ribazos que marcan en la arena el descenso de las grandes mareas. Paisaje del fin del mundo (no en vano está aquí al lado el Cape Farewell) que para nosotros es de despedida de esta maravillosa isla.

Curioso contraste de prados con ovejas y palmeras
Wharakiri Beach
Wharakiri Beach
Marea alta en Wharakiri Beach
Dunas en Wharakiri Beach
Atasco ovejil
¡Sorpresa!
Escalera salvaalambradas
Antes dunas, ahora prados
Clonación
En el aparcamiento un pavo real sigue a la gente en busca de comida, y una pareja de jóvenes se hace fotos con él. Comemos y, sin sobremesa ni nada, partimos rumbo a Takaka. Una hora hasta esta localidad, y otras más hasta Motueka a través del ya conocido y terrorífico puerto de montaña. En la primera hacemos escala para el consabido vaciado de grises y negras, y en la segunda para llenar limpias y echar gasoil (0,98, el precio más bajo de todo el viaje). Rodeando la estación de servicio hay varios establecimientos, y entro a pagar en una tienda de repuestos que no tiene nada que ver con la gasolinera. Subsanado el error, la dependienta me pregunta que de dónde venimos y yo, abotargado como estoy por dos horas de conducción, apenas si acierto a responderle con un inglés encasquillado.
Para coger el agua volvemos al puerto, donde dormimos ayer. El autobús con estufa de leña ha desaparecido. En su lugar hay dos autocaravanas particulares de marca alemana. De una de ellas desciende una anciana y, al ver que hemos aparcado junto a la toma de agua, viene con una botella de agua mineral de 0,33 y la llena mientras nos mira con cara superagria. Supongo que es su forma de reivindicar la propiedad del grifo. Esta curiosa avaricia de los autocaravanistas por los puntos de agua corriente la he visto con sorprendente frecuencia, sobre todo en Francia. Será que con los grifos de sus vehículos no tienen suficiente.
Por suerte para la señora, nuestros planes no son quedarnos, sino contornear la bahía hasta Nelson, adonde llegamos oscureciendo. Previamente hemos localizado el Countdown en el navegador, y nos vamos a él derechos. Me doy cuenta de que las compras están ocupando una buena porción de horas de este viaje. O será que, como vamos a todos lados con prisas, se me hacen más largas que de ordinario.

Hacia Nelson
En un primer momento habíamos pensado en pernoctar en Nelson, pero los comentarios relativos a youngsters, pedradas y hostigamientos varios nos hacen desistir. Valoramos algunos sitios cercanos a Picton, pero se encuentran demasiado lejos para ir hasta allí a oscuras. Finalmente nos decantamos por un lugar denominado Brown River, junto a la localidad de Rai Valley y a 46 kilómetros de Nelson siguiendo la sempiterna SH 6. A la salida de la ciudad acometemos un tortuoso puerto de montaña aderezado por un pesao empeñado en que nos salgamos de la carretera para que pase él. El frío, como de costumbre, arranca helados destellos al asfalto. Finalmente llegamos sin novedad al cruce de la estatal 6 con Opouri Road. El lugar de pernocta se halla junto al río, y a oscuras da un poco de calofrío bajar hasta allí. Un admonitorio cartel avisa de que no se puede utilizar el sitio en caso de lluvias fuertes, por el peligro de inundación. En cuanto al suelo de hierba, está tan blando y ofrece tan poca confianza que dejamos las motrices en el camino de grava. El silencio de la noche es roto por los grandes camiones que rugen al acometer el puerto. Fuera está oscurísimo, y hace un frío que pela.

Kilómetros etapa: 218
Kilómetros viaje: 3.545


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